Antología áurea. Biografía sintética: Fray Luis de León (c. 1528-1591)



La familia de fray Luis era de orígenes judeoconversos, rasgo que la España de la época no dejaba olvidar con facilidad. Ingresó a la Orden de los Agustinos y se hizo monje en 1544, en Salamanca, cuando tenía alrededor de dieciséis años. Estudió en Alcalá de Henares con el gran biblista Cipriano de la Huerga y desde entonces se fascinó con la interpretación de la Biblia, que leía en sus lenguas originales y cuyo mensaje quiso hacer accesible a todos escribiendo obras en prosa como De los nombres de Cristo. Toda su vida estuvo asociado a la Universidad de Salamanca, en donde fue profesor. Fue al mismo tiempo, refutando el lugar común, un académico y un poeta. La vida universitaria le trajo alegrías y sinsabores. Enemistado con algunos de sus colegas, que veían en su mera presencia una afrenta a su mediocridad, fue denunciado por criticar la traducción del Cantar de los cantares de la Vulgata y encarcelado durante más de cuatro años. Al salir, volvió a la Universidad y, según la leyenda, en su primera clase pronunció la famosa frase: “Decíamos ayer…”. Adoptó como divisa un verso de una oda de Horacio, “ab ipso ferro” (‘del mismo hierro’), que describe cómo una encina, tras ser podada por el hacha, renace más fuerte. El Maestro León, según sus odas, ansiaba una vida de sosiego, modestia y soledad, pero tenía un temperamento combativo, orgulloso y desafiante. Escribió pocos poemas, “obrecillas”, las llamaba él mismo, “que se me cayeron como de entre las manos”. Son, naturalmente, el resultado de un arduo proceso de escritura y corrección. Aparte del deseo de una vida retirada, hay en ellos una profunda fe en la armonía y el orden del universo. Fray Luis es el gran poeta de la harmonia mundi.

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